El sufrimiento no será jamás, una enfermedad, sino una situación existencial, más aún, es una condición existencial del ser humano.
Todos los grupos de autoayuda existentes trabajan con enfermedades, fundamentalmente de tipo adictivo.
Aún en casos de enfermedades el hombre no es su enfermedad. El ser humano es infinitamente más que su enfermedad, y precisamente en ese ser más que... es donde se hallaban los recursos necesarios para trascender esa conmoción existencial. El siguiente párrafo del libro "Una Vida Fascinante" de Elizabeth Lukas nos ayuda a comprender esto:
"Todo lo que el ser humano 'tiene' puede enfermar: cuerpo y alma. El intelecto y el sentimiento pueden ser perturbados por la enfermedad. A pesar de esto, nunca puede enfermar lo que la persona "es": la persona espiritual. Por definición algo espiritual se encuentra más allá de salud y enfermedad, y por lo tanto más allá de la vida y la muerte. Por supuesto la persona espiritual que un ser "es" necesita de un medio de expresión, que el ser humano "tiene" en forma de su organismo psicofísico, similar a como la música necesita del violín para ser escuchada. Cuando el violín tenga un desperfecto ("está enfermo") nadie dirá que la música tiene un desperfecto ("está enferma"); y cuando el violín se haya roto ("muerto"), de manera que nunca más pueda tener sonido, nadie dirá que la música se ha roto ("muerto").
Es precisamente en esta dimensión espiritual donde se generan los fenómenos más humanos del hombre: el amor, la libertad y la responsabilidad y son estos fenómenos los que nos permiten darnos cuenta de un hecho capital para enfrentar nuestro destino: “una cosa es lo que nos ha pasado y otra cosa, y muy distinta, es lo que cada uno de nosotros decide hacer con aquello que nos ha sucedido” Nosotros, al igual que ustedes hemos perdido un hijo, pero el haber sufrido con dignidad, el haber sido capaces de levantarnos y tenderle una mano a muchos padres sufrientes, no puede ser visto como mérito de ese hijo sino como un homenaje a él, por nuestra decisión.
Al enfrentarnos a situaciones límite nos damos cuenta, quizás por vez primera que somos seres históricos, envueltos en nuestro propio devenir, que la historia ya realizada no puede ser cambiada, que no tiene sentido continuar rumiando eternamente sobre ese pasado, y que la salida existencial yace por delante nuestro, en lo que aún queda por realizar de nuestro futuro, en otras palabras, que la única manera de eliminar la oscuridad es dejando que entre la luz.
Todos los grupos de ayuda mutua tienen en común que todos tienen que ver con el sufrimiento humano, más allá del origen de ese sufrir y por lo tanto deben estar orientados hacia el hallazgo de sentido en ese sufrimiento. El objetivo común no debe ser no sufrir sino no sufrir en vano, por eso deben ayudar a sus integrantes, no a trabajar con los hechos del pasado que no pueden ser cambiados, sino a abrirse a ese mundo en el que esperan las posibilidades aun latentes en sus vidas, deben ayudarlos a elegir correctamente entre todas las posibilidades, deben encontrar las opciones con sentido, deben emprender el camino, el único camino con sentido que esa conmoción existencial les plantea: el camino final de humanización.
Algunos grupos de ayuda mutua trabajan arduamente hacia el autoconocimiento de lo que está mal en sus integrantes y en la elaboración de las emociones, las que por su propio carácter de transitoriedad desaparecen ni bien se encuentra un sentido al sufrimiento que las origina. Uno de los graves problemas de esta orientación hacia la auto observación es que lleva con frecuencia a cuadros de hipereflexión en los que se da vuelta continuamente, en círculos sin salida, sobre los problemas que aquejan a los miembros, llevando a estados de lamento continuo.
Al respecto Elizabeth Lukas nos dice que son tres los peligros del continuo lamentarse:
1. Un sobredimensionar el motivo del lamento, el que es percibido en forma exagerada y atrae toda la concentración sobre sí mismo
2. El que se lamenta acrecienta su dolor y se siente cada vez peor: se ahoga en su pena.
3. La familia y la sociedad no lo toleran y abandonan al ser sufriente.
El 1er Paso en el Camino: Preocuparse por el otro
¿Cuál es el primer paso en este largo y difícil camino que los grupos de ayuda mutua ofrecen? ¿Cómo hacer para sacar a los integrantes de estados de profunda concentración en sí mismo y preocuparse por el otro?
Se debe comenzar por aprender nuevas maneras de comunicación que partan desde lo mejor de cada uno hacia lo mejor del otro, aprender en ese proceso a ver al otro como aquel para quién yo soy el otro. Debemos darnos cuenta que no puede existir grupo de ayuda mutua alguno sin la presencia del otro hermano que sufre — ¿qué clase de grupo sería si yo fuese el único integrante?—Y lo mejor de cada uno es ese amor que aun tenemos, por nuestros hijos, por la vida, por Dios o por uno mismo, puesto que si los corazones estuviesen secos, sin nada de amor, nadie estaría en grupo alguno. Es entonces, a través de ese amor por el hermano que sufre y que está frente a mí, que podemos darnos cuenta que, en homenaje a nuestros hijos, hemos comenzado a reemplazar el sentimiento de dolor y desesperación por un sentimiento de amor.
Elizabeth Lukas nos deja la convicción de que “toda persona, aunque psíquicamente sea sumamente contrahecha y acorralada, podrá salvar su alma por la entrega de un poco de amor" Y el amor es humilde y es desapegado y es autor renuncia, y estas tres características humanas han estado ausentes de la existencia en la mayoría de los integrantes de los grupos, y las tres son fenómenos que reflejan la auto trascendencia humana. Hemos llegado así a "descubrir" que la respuesta del hombre al sufrimiento yace en la trascendencia, y se hace evidente una conclusión más: el sufrimiento no puede ser curado, ni resuelto, ni elaborado, el sufrimiento sólo puede ser... trascendido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario