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La culpa y el perdón

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Este es un extracto de la reflexión en la que nos guió Hannia. Gacias Hannia!!!

Dice Elisabeth Lukas, discípula de Frankl, que los animales sufren y mueren , solo los humanos sentimos culpas. Agrega que la culpa es una parte esencial de la vida humana, es natural sentirla, pero también debemos saber que, como toda parte de la vida humana, tiene un sentido, y una cualidad redentora inherente a ella.

Cuando el padre se lamenta: "Si hubiera hecho...", "si hubiera sabido...", "si le hubiera dado...", si no le hubiera dado..." Debemos recordarle que siempre hicimos y vivimos de la mejor manera que supimos y pudimos. Seguramente no quisimos herir o dañar a nuestros hijos, todo lo que hicimos creímos hacerlo por su bien. Somos humanos, y como tales, cometemos errores.

Aún así, algunos padres persisten en sus sentimientos de culpa, y es útil saber que en la culpa hay un potencial positivo, esa cualidad redentora a la que nos referíamos al comienzo; la que nos permitirá admitir nuestros errores pero saber también que con ese reconocimiento va implícita la oportunidad de resolverla a través del cambio para bien.

Regresar a qué causó nuestro comportamiento en determinadas circunstancias, es inútil. Dice la Dra. Elisabeth Lukas: "tengo cosas más importantes que hacer que desenterrar errores del pasado; el presente debe ser utilizado y el futuro planeado." Nosotros compartimos plenamente este criterio, de aquí se desprende que el "trabajar" y "elaborar" los sentimientos negativos, reactivando momentos dolorosos, no solo no es positivo sino que impide que el padre vea con claridad cuales son sus opciones hoy. La logoterapia insiste que el pasado no puede ser cambiado, pero lo que sí tengo aún es la libertad de elegir la actitud con que me enfrentaré y resolveré mi culpa. (modulación de actitud) El perdón es una opción válida, el perdonarse y perdonar nos permitirá trascender el sufrimiento egoísta, el camino sin retorno, para elevarnos por encima de lo mezquino e inmediato, en las alas de las fuerzas indomables del espíritu, más allá del horizonte, hacia una vida plena de sentido. El perdón nos libera, rescatando lo mejor de nosotros mismos.

Dice Rainer María Rilke: "Si el ángel se digna venir, será porque lo hemos llamado, no con nuestro llanto, sino con la firme voluntad de volver a empezar siempre". Cómo mi vida cambie, será el resultado de haber aprendido de mis errores, y lo haré por mi, por los que me rodean y sobretodo por ese hijo que desde ese momento habré convertido en mi maestro.

Un papá hizo el siguiente comentario:

"Mi hijo partió por un accidente quirúrgico, yo había elegido e insistido sobre el cirujano, me sentía tan culpable que no encontraba consuelo. Hasta que un día reflexioné que lo que había ocurrido estaba más allá de mi control, el cirujano era una persona muy capaz, todo apuntaba a que esta fuese una intervención normal, y sin embargo el resultado fue otro, aquel que jamás hubiera siquiera imaginado, entonces me fui al cementerio y le dije a mi hijo: "hijo, perdoname, yo jamás hubiera querido que las cosas salieran así, hice lo mejor que creí en esas circunstancias, pero la vida quiso que vos partieras, te pido perdón" .

Desde ese día ese papá se siente mejor.

Una mamá se lamentaba el haber sido una madre demasiado severa, quizá hasta cruel, al punto de permitir que "se le fuera la mano" con los chicos. Al partir su hija, la culpa no la dejaba vivir. Elisabeth Kubler Ross, ante un caso semejante, luego que todos [1]sus esfuerzos por hacerle entender a esa madre que quizá se estaba juzgando muy severamente, finalmente se mostró de acuerdo con ella: "Bien, concuerdo contigo, fuiste una madre demasiado severa, ahora, ¿Qué vas a hacer al respecto? ¿Cuáles son tus opciones?" Y aquí es donde una vez más surge la capacidad redentora inherente a la culpa, porque las opciones son solo dos: seguir viviendo como hasta ese momento -con el agravante que para los que quedan, además de una madre severa tendrán una madre incapaz de vivir una vida con sentido y alegría-. o luego de replantear su vida con valentía, puede optar por pedir perdón a la hija que partió, y quizá a los que quedan, y luego perdonarse a si misma, aceptando la responsabilidad que esto implica: la del cambio para bien. Poner todo el empeño posible en lograrlo, e implícitamente su cambio convierte a su hija, en una mensajera amorosa, en uno de esos seres de luz que vienen al mundo para tocarnos breve pero profundamente con su amor, dejando una enseñanza que perdura.

Alicia Schneider Berti y Gustavo Berti


[1] Trabajo producido por Alicia y Gustavo Berti, Renacer Río Cuarto, Argentina

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