Permiso de ir al cielo

Quiero compartir esta nota que escribí el año pasado en el primer aniversario de la muerte de Rebeca, mi hija amada.

Estando mi hija Rebeca en vida, (Rebeca falleció a los 18 años, en la flor de su juventud, dejando un legado de gozo, amor, fe y servicio) cuando teníamos que discutir una solicitud para un permiso delicado nos tomábamos el tiempo para analizarla: A dónde iba, con quién, a qué, por cuánto tiempo, etc. Una vez que ella me daba toda esa información yo me tomaba el tiempo para analizarla y luego le daba una resolución.

En nuestra relación los permisos siempre requerían el tiempo necesario hasta que ambos tuvieramos paz con la decisión. Yo por decirle sí o no con toda libertad y ella con lo que iba a hacer con su libertad. Esto era algo que ella aceptaba sin problemas, aunque a veces quería apresurar el proceso.

Pues en esta ocasión, por el lapso de 1 año he estado meditando en eso: A dónde iba, con quién, a qué, por cuánto tiempo y finalmente he llegado a la conclusión de que debo darle el permiso. Así que en la última semana de noviembre de 2008, poco más de un año desde su partida, le dije a mi esposa y a mi hijo, que había decidido darle a Rebeca el permiso de ir al cielo. (Rebeca murió en un trágico accidente automovlístico el 7 octubre 2007) Basicamente porque confío plenamente en la gente a dónde, con quién va, a lo que va, y aunque va por mucho tiempo, sé que es solo algo temporal y que, en algún momento yo la alcanzaré. Mientras tanto, debo seguir caminado y trabajando en lo que me falta por hacer.

En realidad este es un permiso especial, porque no depende de él el viaje, sino que es una aprobación, un respaldo absoluto, y aunque doloroso, consciente a su decisión de partir.

Buen viaje Rebeca!