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De las lágrimas emergiendo

Cuando mi hija Rebeca falleció, un miedo terrible se adueñó de mí. Temía que con su muerte, la olvidaría para siempre. Que con el pasar de los días, se irían esfumando, poco a poco, de mi memoria, sus recuerdos, hasta que ella desaparecería completamente de mi vida. En mi desesperación, ante este Chirripó II_1362_3_4temor al olvido inminente, le había pedido a Dios que no permitiera que su luz se extinguiera. Así que, en los meses subsiguientes, mientras lloraba su ausencia, sin consuelo, me dediqué incansablemente a rescatar su memoria. A lo largo de poco más de un año, viví como los náufragos en la película del Titanic, aferrándome a sus recuerdos para sobrevivir. En cada momento libre que tuve, me dediqué a recopilar y editar sus fotografías y a repasar en mi mente los momentos que evocaban esas imágenes. Por ese tiempo, ella fue el centro de toda mi atención y el tema de cada conversación. Cuando finalmente me di cuenta que no la iba a poder olvidar nunca, fue ese temor inicial el que se esfumó de mi mente.

¡Ahora tengo la certeza de que no necesito tu presencia física, para seguir amándote, como siempre te amé, Rebeca!

Chirripó II_1422_3_4Sin embargo, creo que, durante este tiempo, llegué a descuidar el hecho de que Guayo, el hermano mayor de Rebeca, seguía ahí. Que también estaba sufriendo la ausencia de su hermana y que seguía necesitando del amor y el cariño de su padre. Poco a poco, llegué a estar consciente de esta realidad y fui cayendo en cuenta de la necesidad que tenía de darle a él toda la atención, el cariño y el amor que se merece. El siempre ha sido un hijo excelente, a quien he admirado tanto como a su hermana. Pero a quien, por más de un año, había casi abandonado sin darme cuenta. A veces pienso que el duelo puede ser así de egoísta, poco compasivo e indiferente con los otros que sufren a tu alrededor.

Chirripó II_1502He llegado a comprender, entre muchas otras cosas, que la muerte de mi hija es un hecho incuestionable e irreversible. No hay absolutamente nada en el mundo que yo ni nadie pueda hacer para cambiar esa realidad. Lo único que me queda es seguir adelante, sacando todo el provecho que pueda de esta adversidad y usándolo para crecer en la vida. En eso está la honra a la memoria de mi hija fallecida. Hay que dar lugar a que esta nueva vida emerja de las lágrimas en que le ha tocado nacer. Y que se levante, cual iceberg, por encima de la superficie, mostrando con esperanza, apenas la punta, de lo que está por surgir.

En esto estuve reflexionando, del 10 al 12 de mayo de 2009, cuando subí al cerro Chirripó, con mi hijo Guayo.  Para mí, era la segunda vez en menos de 6 Chirripó II_1336meses, que subía este cerro, el más alto de Costa Rica. Para Guayo, fue su primera. Sin embargo, logró caminar 22 kms en el mismísimo primer día de la expedición. Me sorprendió su condición, a pesar de que el único ejercicio que hace es mover el mouse y aporrear su guitarra para deleitar con su música. En el primer día, llegamos al refugio, escalamos los Crestones y subimos al cerro Terbí, desde donde se lograba mirar el litoral atlántico y la península de Osa. Dejar estampados, en el libro de visitas del Terbí, a 3760 metros de altura, nuestros nombres juntos, lo considero un honor para la eternidad. Ya de noche, bajamos por el Valle  de los Conejos, a descansar en el cómodo albergue del Parque.

El segundo día, desde las 3:45 am salimos hacia el pico más alto del Chirripó, con la intención de ver elChirripó II_1426_7_8 amanecer. Una vez arriba, quisimos esperar por el sol, pero el frío nos desanimó y tuvimos que bajar en medio de la densa niebla. Bajamos con la satisfacción de haber conquistado ese cerro majestuoso y de haber dejado impresos nuestros nombres en el libro de los que lo logran. Luego fuimos por el Valle de los Conejos hacia la laguna Ditkevi. Fue emocionante y muy refrescante quitarnos los zapatos y meternos descalzos en las friísimas aguas de esta laguna de origen glaciar. Por la tarde nos dimos un merecido descanso, para volver a salir hacia la Sabana de los Leones y ver el atardecer coloreando los hermosos Crestones. De regreso al refugio, ya de noche, intercambiamos los pensamientos acerca de Rebeca, que habían estado en nuestros corazones, Chirripó II_1477durante el viaje. Para Guayo, el viaje la había planteado una serie de retos que había tenido que vencer uno a  uno e ir progresando cada vez. Cada reto superado le hacía pensar en su hermana y en que eso la haría a ella estar orgullosa de él. Lo que yo había estado pensando era que  cada reto que tuve que enfrentar durante el viaje lo aceptaba como si fuera un reto de Rebeca para mí. Posiblemente porque ella  siempre, sin saberlo, me desafiaba.

El tercer día, bajamos el cerro en solo 3:20 hrs. La mayoría de los primerizos no lo logran hacer en menos de 5 hrs. Creo que lo hubiéramos podido hacer en menos si desde el principio hubiésemos sabido cómo. Desde que subimos estábamos intrigados con los tiempos que hacen los hombres y mujeres de la zona cuando suben y bajan el Chirripó. No fue sino de regreso, a la altura del km 10, cuando nos adelantaron los porteadores que llevaban Chirripó II_1520nuestra carga sobre sus espaldas y bajaban trotando, que nos dimos cuenta cómo. Así que, a partir de ahí trotamos todo lo que pudimos hasta llegar a los últimos 3 kms, que son los más difíciles al bajar. Una vez abajo, aprovechamos, la ventaja que les sacamos a los demás compañeros del grupo, para darnos un buen baño y una merecida siesta.

Tomar fotos juntos fue algo significativo para mí, que toda la vida he sido aficionado a la fotografía, aunque no lo pudimos hacer muy bien, porque nos faltaba el lente principal de la cámara de Guayo, y yo llevé mi cámara de película al mejor estilo “retro” de los viejos tiempos, con rollos de 36 cuadros. Se imagina que limitación, cuando ahora, en una tarjeta de 4 Gigas, puedes meter como 400 fotos en raw. Pero  bueno, los tiempos han cambiado.

Salir de excursión con un hijo adulto, a quien 20 años atrás, lo tenías que Chirripó II_1548cargar, cuidar todo el tiempo, decirle qué y qué no hacer, te hace pensar en todo el tiempo que ha pasado. Ahora, no lo llevas de paseo, sino que vas con él, no le dices todo, escuchas sus comentarios, sus observaciones durante el viaje  y te das cuenta que ha crecido. Además, Subir de 1400 a 3820 metros con un hijo, a quien le llevas más del doble de su edad, es todo un desafío. Sin embargo, sabes que no se trata de competir, sino de compartir. No se trata de una lucha contra, sino con, tratando de vencer juntos, todos los obstáculo s que el camino te plantea. Entonces al caminar te das cuenta que conquistar los retos uno a uno da satisfacción y te hace sentir que no estás solo.

Chirripó II_1351El segundo día, casi me voy solo a Ventisqueros, mientras Guayo descansaba. Pero me detuvieron las palabras de mi esposa Ruth al salir de viaje: ¡Recuerda que vas con tu hijo! Todavía no estoy muy seguro de que entiendo todas las implicaciones de lo que me dijo. Pero lo cierto es que pensé en eso durante todo el viaje. Creo que al bajar volví con un hijo. Todas estas cosas me hacen pensar en una metáfora que hace sentido a los que han estado en los Crestones del Chirripó y es que esta nueva vida, que Rebeca nos ha planteado, tiene que emerger de la tierra, como lo han hecho los imponentes Crestones del Chirripó. Gracias a mis dos hijos está empezando!

Más fotos: https://cid-996fa74e7be630e6.skydrive.live.com/browse.aspx/Chirrip%c3%b3%20II

1 comentario:

Alvaro Alvarado dijo...

Todos, deberíamos hacer esa caminata al chirripó o a la montaña nás alta, porque en el fondo buscamos a Dios. Uno después de este evento busca los extremos de la tierra. En lo personal yo quería salir corriendo como Forrest Gump, y no parar hasta topar con la cerca o el mar. En setiembre del año anterior por un asunto de trabajo tenía que ir a Sta. Rosa de pocosol en San Carlos, y ya regresando pregunte a cuanto tiempo estaba la frontera con Nicaragua y me fui hasta topar con cerca y llegué hasta donde terminaba el camino, allí me bajé del carro, medité sobre lo sucedido en mi vida por espacio de 5 minutos, y me monté nuevamente en el carro y regresé. Fue un espacio muy relajante y compensatorio para mí. Espero hacer la caminata al Chirripó algún día, Dios mediante.